Un planteo que se ha hecho con frecuencia a lo largo de los últimos diez años, era si las escuelas de negocio estaban exagerando la investigación a expensas de la experiencia práctica en el aula. Lo cual nos lleva inmediatamente a otra pregunta: ¿están preparando a los graduados de manera útil para carreras en el amplio campo de conocimiento que va desde un MBA convencional, hasta los de especialidades en marketing, RRHH, liderazgo, etc.?
Ya en 2005 Lisa Marks Dolin, que había finalizado el MBA en Harvard Business School en 1985 y se había convertido en la decana de Capitol University, hacía referencia a una serie de entrevistas recientes por aquel entonces con docenas de ejecutivos locales, y estos directivos también se formulaban muchas preguntas al respecto del tipo de estudios que brindan las escuelas de negocio. Ella relataba por entonces, que en dichas encuestas y entrevistas muchos de los MBA que se anunciaban en dichos días dejaban claro que tenían programas para formar a los estudiantes de postgrado en grandes habilidades analíticas y mucha confianza, pero que carecían de la perspicacia, la adaptabilidad y la humildad necesarias para administrar y liderar bien.
¿Por qué la citamos como referencia muy concreta a la temática que estamos abordando hoy?
Porque ella desde su posición al igual que otras escuelas de esa época, ya se estaban haciendo una cantidad de preguntas que iban al meollo de la cuestión sobre la naturaleza que debían asumir las escuelas de negocio. Pero si nos trasladamos a 2021, seguimos abordando estas dudas en muchos frentes, tales como incorporar ejecutivos como profesores, enviar a los estudiantes a proyectos de consultoría con empresas locales e integrar cursos en todas las disciplinas para que los estudiantes puedan aprender mejor a resolver problemas complejos, multidimensionales y situaciones que se presentan en la vida real.
Lisa Marks Dolin decía que había otra pieza del rompecabezas: cuántos profesores de escuelas de negocios están capacitados, alegando que a las escuelas se les pide que produzcan postgraduados que puedan integrarse, adaptarse, gestionar la diversidad global, trabajar en equipo y sacar lo mejor de los demás, pero estas no son las habilidades que la mayoría de los candidatos a doctorado deben dominar como parte de su formación. Obtienen sus doctorados en instituciones orientadas a la investigación. Mientras están allí, se sumergen en las finanzas, el marketing o la gestión de operaciones, y aprenden todo lo que se sabe sobre las disciplinas que eligen, pero no necesariamente se produce una integración en la empresa que tienen un problema de mercado que resolver y quiere ver hasta qué punto su nuevo postgraduado de un MBA convencional está en condiciones de tomar decisiones aceptables y con cierta rapidez, porque el mercado lo exige.
Lisa Marks Dolin, también hace referencia a la instancia última que enfrenta al candidato con un comité de disertación (el tribunal de profesores de la escuela) que se parece más a un adversario en comparación con las colaboraciones creativas necesarias para el éxito con colegas, clientes y proveedores en la práctica. Y nos parece interesante su punto de vista, plenamente vigente hoy día, de que las escuelas de negocio están para capacitar a los futuros líderes empresariales, por lo que deben continuar buscando formas de eliminar las falsas barreras entre la academia y la práctica a la que diaria en las organizaciones por las que las escuelas realmente tienen sentido de servir a la comunidad.
Al mismo tiempo, podría ser útil revisar la capacitación de los profesores de las escuelas de negocios para se pueda garantizar que sea consistente con las expectativas de desempeño a los que se enfrentarán los futuros postgraduados.
La relevancia de la escuela de negocios sigue siendo un problema a juzgar por las opiniones de personas muy autorizadas que ya venían advirtiendo de los necesarios cambios que se debían introducir, y esto se producía también con bastante antelación respecto a la pandemia de 2020.
Ha habido profesionales de la talla de Mintzberg que hace ya veinte años se cuestionaba la utilidad de las escuelas de negocio si no se producía un giro sustancial en el tipo de formación que se suponía debían dar a los estudiantes.
Esto llevaba ya entonces este sello del cual hoy nos hacemos eco sobre cómo hacer que se incremente la relevancia de estas importantísimas instituciones educativas de postgrado.
Cuando Lisa Marks Dolin planteaba esta dicotomía entre realidad y preparación, quedaban muchas dudas de si en el contexto académico de ese momento se podían producir los cambios requeridos.
Las fuentes de preocupación se centraron en el profesorado, los planes de estudio y la investigación de las escuelas de negocios.
Chuck Drobny miembro de la Facultad y consultor de la Universidad de Phoenix y de la American Intercontinental University afirmaba que «si la institución coloca a profesores o estudiantes de posgrado centrados en la investigación frente a los estudiantes, y los estudiantes carecen de la perspectiva obtenida a través de la experiencia, el resultado hará poco para mejorar las habilidades de gestión de los graduados».
Lisa Marks Dolan, por su lado ya sostenía que gran parte del problema radicaba en la forma en que se capacitaba a los docentes.
Es evidente que cuando nos referimos a la relevancia, esto requiere que el formador de nivel MBA sea un verdadero practicante-académico que haya dirigido o sido una parte clave de un negocio global y que tenga también una titulación académica acorde con la responsabilidad formativa.
Es por ello que tanto la visión que los colegas profesores y responsables de escuelas de negocio, tenían por entonces y mantienen en la actualidad, es que existe una forma alternativa de lograr este objetivo en la búsqueda de la relevancia para las instituciones de postgrado, por la que se sugiere que el desarrollo de la formación cuaternaria pueda incluir un movimiento más bidireccional del personal, la construcción de vínculos de comunicación y la creación de redes entre la institución académica de postgrado y las empresas, que están en el mercado conociendo mejor que nadie qué tipos de estudios y especializaciones se requieren hoy día, más aún si nos ubicamos en la etapa post Covid-19 en la que se ha producido un auténtico cambio de paradigma en la sociedad en general. Por tanto, en empresas, instituciones educativas, consumidores y especialmente las familias que quieren hacer un esfuerzo económico para que sus hijos tengan esa educación especializada que les abrirá a sus hijos las puertas a un crecimiento personal y profesional, todos estos actores requieren y exigen que el cambio sea una realidad, del mismo modo que acelerado como lo es la transformación social a la que estamos siendo sometidos como consecuencia de la innovación tecnológica.
Hay aspectos que también debemos considerar, tales como:
– En cuanto a los planes de estudio y la investigación, no es baladí aseverar que los profesores deben aprender y dominar los estudios que necesita la comunidad empresarial.
– Esta demanda debe reflejarse en los contenidos curriculares de los programas.
– Las escuelas de negocio deben tener la capacidad de reunir y movilizar recursos, conocimiento específico de las industrias y sectores más importantes de la economía del país, pero muy especialmente, de la realidad económica local en las que dichas escuelas de negocio actúan, por aquello de poder contribuir adecuadamente a que haya mayor capacidad y formación profesional para las empresas demandantes de trabajo y consecuentemente, se pueda entrar en lo que se conoce como el círculo virtuoso de la riqueza. El conocimiento aplicado forma parte ineludible de la generación del PIB de una región.
– Se deben de tener en cuenta todas las variables que entran en juego para un conocimiento aplicado, no solo la consigna de la maximización del beneficio, cuestión ésta que por sí sola no funciona, si no está en línea con la responsabilidad social corporativa, la contribución que dicha organización hace a la comunidad, etc.
– Tener en cuenta que el problema de la investigación no es la investigación en sí, sino lo que se investiga. Por lo que tanto escuelas, como profesores y alumnos deben hacer una investigación menos esotérica sobre temas que no marcarán la diferencia, y centrarse en los que sí están liderando la transformación digital y la innovación tecnológica en general.
– Las escuelas para tener relevancia tienen que pensar en cómo abordar en las aulas (presenciales o de tipo online) cuestiones tales sobre cómo ganar clientes reales, cómo lidiar con la competencia, entonces los cursos se acercarán más al mundo real.
– Hay expertos que señalan como solución muy práctica sobre el plan de estudios, a una exposición en el trabajo durante un año para los estudiantes después del primer año del plan de estudios de MBA, así como una asociación obligatoria con proyectos de la industria.
– También una solución a las preocupaciones sobre la irrelevancia de muchas investigaciones, podría ser exigir que la investigación académica pase por un proceso de revisión profesional antes de su publicación.
Finalmente, si vemos el desafío y brindamos sugerencias, debemos preguntarnos ¿cuáles son las barreras para un cambio útil? Sin duda existen costes sustanciales tanto para el profesorado como para las instituciones al promover cambios tanto necesarios como básicos y que no pueden tener más demora. La escuela de negocio que se los plantea, no tiene que tener dudas sobre si es o no el momento idóneo para hacerlo.
A este fin, debemos aconsejar a las direcciones de las escuelas, que las demoras, en cuanto a la búsqueda de esta relevancia para nuestro sector juega en nuestra contra y a gran velocidad. Estamos asistiendo a cambios sustanciales en la sociedad, así como en planes de estudios de todos los niveles. Esta es una preocupación que está en los más altos niveles de la Unión Europea y de cada uno de los estados miembros.