Hace ya algunos años, justamente coincidiendo con el inicio de la Crisis Financiera Internacional de 2008-2009, muchos analistas, críticos e incluso académicos, se preguntaban si las escuelas de negocio estaban enseñando en sus famosos MBA y otros cursos de postgrado, los conocimientos correctos que se debían aplicar en situaciones concretas.
O sea, que no es ninguna novedad y esto ha continuado a lo largo de estos años, más aún con la profunda transformación digital que se está produciendo en las sociedades (especialmente las organizaciones), pero aún con más impulso surge la pregunta a partir del Covid-19.
Y por ello desde NUESTRA REDACCIÓN vamos a hacer un repaso, a nuestro parecer, de cuál es la situación actual.
Como algunos analistas han señalado durante los últimos diez años, ninguna forma de educación está más comercializada que la formación de postgrado. Y a continuación, una vez más la pregunta del millón: ¿las escuelas de negocio están enseñando las cosas correctas?
Una primera cuestión que hay que tener en cuenta, es que justamente cuando hay una crisis económica, se produce un incremento en las matriculaciones porque en tiempos difíciles en el mercado laboral hay más decisiones de inscribirse en un postgrado. En el lado opuesto, cuando hay un declive en las elecciones de cursos de postgrado es una señal inequívoca de que hay una mejora en el ciclo económico.
Pero el planteamiento que nos estamos formulando hoy, habida cuenta de esta diferencia de mayor o menor demanda de cursos de postgrado en función del ciclo económico, se centra en la calidad y propiedad (adecuación al entorno y necesidades del momento) de los contenidos curriculares.
Las escuelas de negocio se han venido enfrentando a escala global en los últimos años a una mayor competencia. Y esto era así hasta el desencadenamiento de la pandemia. Pero en la etapa post Covid-19 en la que nos encontramos, hay muchas instituciones educativas que se vieron afectadas y las que quedan (también a escala mundial) están pensando estratégicamente de otra manera a la que lo hacían: porque no solo es la calidad de la formación y capacitación, sino lo que llamamos “oportunidad de los contenidos curriculares” de los diferentes programas.
Sin duda se ha producido una gran transformación en la forma en la que las escuelas de negocio operan a partir de la pandemia, porque se han detectado unos cambios fundamentales en la estructura del mercado de las escuelas de negocios, y quizás en lo que enseñan y cómo lo enseñan.
Relación entre contenidos de programas y salidas laborales
Cuando las empresas están demandando (ofertas de trabajo) una serie de posiciones que requieren determinada formación en NT’s, también están buscando personas con un muy buen expediente académico demostrado (sea, por ejemplo, que esté cursando o haya finalizado ya un MBA). Por el lado de los candidatos, es obvio que las personas anhelan los mayores ingresos (también estabilidad) y creen que estos objetivos pueden ser posibles si tienen una formación de postgrado que les abra las puertas a una carrera empresarial.
Las escuelas de negocios siempre se han vendido a sí mismas como una forma para que los estudiantes aumenten sus ingresos. O sea, que en todo momento, lo que prevalece para convencer a los candidatos, es “la mejora de las carreras, medidas principalmente en términos de salario, de sus egresados”. Lo cual, si bien es cierto, hay que matizarlo bastante, ya que lo que un candidato a un MBA busca sin duda, es que se le abra su campo de actuación profesional, y si ya tiene un puesto de trabajo, aspira a un mando intermedio en breve. Pero, no solo es la remuneración, sino la posición que adquiere, el reconocimiento por una capacitación que es una minoría los que se la pueden permitir frente a una gran mayoría de graduados universitarios. O sea, que se entra en una especie de club de privilegiados que son los que se supone van a predominar en los puestos de trabajo, mandos intermedios y desde ya, en la potenciación de la tan necesitada nueva generación de líderes empresariales.
Diversificarse y crecer
La situación que el mercado actual de la formación está planteando a las escuelas de negocio después del fuerte impacto sufrido por la pandemia, es de todos conocido: haberse volcado básicamente a la formación online y poco a poco recuperar los cursos presenciales sin dejar de lado la formación híbrida que combine ambas formas de enseñanza.
La cuestión es si los programas se han adeucado al momento actual. Por ejemplo, en los últimos años se ha producido un incremento de cursos cortos que no conducen a una acreditación tipo MBA, pero que son demandados porque ofrecen capacitación a una serie de directivos y/o mandos intermedios que están a mitad de su carrera y que también son fácilmente procíclicos (las empresas pueden invertir en ellos en los años de auge) de modo que compensan los vaivenes anticíclicos de la demanda de MBA.
Igualmente, no es fácil que una empresa tenga pruebas sobre el retorno de su inversión en la formación de postgrado de un empleado elegido que va a ocupar posiciones de responsabilidad. Hay que mirarlo no solo por lo que gana esa persona (su mejora) sino la contribución agregada que está haciendo a la posición que ocupa, que seguramente será una mejora en la productividad no solo personal sino de su departamento y/o equipo que dirige.
Sin embargo, las escuelas de negocio ahora se han visto criticadas desde varias direcciones (a veces contradictorias): por prestar demasiada atención al rendimiento de la inversión de sus estudiantes, por ejemplo, y sin embargo por no dar una buena relación calidad-precio; también por ser demasiado académicas y por estar demasiado preocupadas por enseñar habilidades prácticas básicas, que muchas de ellas se han quedado obsoletas si los progamas o parte de estos no se ajustan permanentemente en función de cómo operan los mercados y cuál está siendo el impacto de la innovación tecnológica, especialmente en el pensamiento empresarial.
Sin duda, lo que se conoce como pensamiento estratégico no puede nutrirse de prácticas anticuadas o que disten mucho de la realidad actual.
Por supuesto, las escuelas de negocios pueden ser importantes principalmente como mecanismo de selección; su habilidad básica puede ser elegir a los estudiantes, no solo formarles. Además, las escuelas de negocios ciertamente trabajan muy duro, mucho más que otras instituciones educativas, para que sus estudiantes ingresen al mercado laboral. Emplean a muchas personas de sus equipos, además de consejeros y profesores que contribuyen a ayudar a los alumnos de postgrado para que puedan encontrar trabajo (iniciando por prácticas) en empresas con las que se tienen acuerdo y/o con otro tipo de instituciones.
En la actualidad, después de los grandes acontecimientos mundiales como el encuentro de Paris por el cambio climático, o el muy reciente en Glasgow, se puede ver con una simple lectura en los diferentes programas de las escuelas, un cambio sustancial en cuanto a los conceptos de sostenibilidad y acciones neutras (de efecto negativo) hechas por el hombre sobre el medio ambiente.
Por ello, cuando en el título de nuestra aportación de hoy hacemos referencia a si ¿están las escuelas de negocio incorporando los contenidos curriculares correctos en función del horizonte 2030?, podemos decir que sí, que visto muchísimos programas es evidente que entre la pandemia y las catástrofes naturales que han venido asolando el planeta, se ha producido una mayor sensibilidad de parte de la clase política y empresarial en general, por lo que no pueden quedar exentas de esta responsabilidad las escuelas de negocio, que son una organización más en el espectro económico y social. Pero con un aditamento que no pueden tener otras organizaciones ni instituciones: son las que están formando la nueva clase directiva y también de la cual surgirán los nuevos líderes que estarán al frente de organizaciones y por qué no gobiernos cuando estemos en 2030.
Si algo tiene el pensamiento estratégico que durante años han vendio enseñando las escuelas de negocio, es que hay que tener capacidad de anticipación. También capacidad de respuesta, como lo han demostrado tener las escuelas de negocio ante el impacto de la pandemia.
Por ello, además de sostenibilidad, vemos muchos programas con especial interés en la ética de los negocios, en las prácticas mercantiles sanas y que se vaya inculcando como que son atributos claves de la profesionalidad, o sea la integridad de las personas que conforman esa nueva clase dirigente que mira el horizonte 2030 con una visión muy diferente. Y desde ya que sí lo será a la que hace treinta años tenían los directivos que pasaba por dar solo respueta a los accionistas en cuanto a la maximización del benefico. Hoy son los propios accionistas los que están buscando un impacto social con una responsabilidad demostrada en sus actuaciones empresariales que hagan crecer la marca porque los consumidores y la sociedad en general vean que esa empresa está en línea con el horizonte 2030.
Debemos también aclarar que los contenidos que tengan en cuenta el horizonte 2030, algunos de ellos no están aún incorporados en los progamas, por la sencilla razón que no los conoce nadie. Y esto es así, ya que el nivel de aceleración de la robótica, inteligencia artificial, blockchain, realidad virtual, neurociencias, impresión 3D, medio ambiente y la muy actual generación de energía a través de las renovables, sin duda son una cantidad de factores que ningún directivo que esté en funciones de liderazgo puede desconocer, pero cualquiera de estos factores gracias a la innovación, puede sufrir drásticos cambios que haya que considerar en la práctica, y por supuesto, en los contenidos curriculares de los programas de las escuelas de negocio.
La formación de postgrado para los próximos años tendrá que tener en cuenta que estará formando a nuevos directivos y líderes que en el horizonte 2030 estarán en plenitud física y mental por su edad, digamos que son los que hoy están en la treintena. Los contenidos habrá que revisarlos en 2022, 2023 y siguientes. Es un sin parar. La sostenibilidad de las escuelas de negocio (nunca mejor dicho) se basará en la calidad de la enseñanza y ésta dependerá al 100% de la oportunidad de los contenidos, más allá de los que sean básicos en el aprendizaje empresarial.
Esta información ha sido elaborada por NUESTRA REDACCIÓN