La formación de postgrado en tiempo de descuento

Como cualquier otro sector de actividad de la economía a escala global, la formación de postgrado ha sido beneficiaria de las grandes corporaciones multinacionales, especialmente a partir de los años 50 y 60 del siglo XX. En esta época había una demanda imparable de capacitación profesional muy dirigida a la gestión empresarial que no necesariamente estaba cubierto por el mero hecho de haber asistido a una universidad.

El panorama actual tampoco dista demasiado de aquella época dorada en la que surgieron mentes preclaras como Iacocca, Drucker, Sloan, etc.; pero tiene características muy particulares que deben advertirnos de los cambios que aún es necesario realizar -corporativamente hablando- en este sector.

Existen dos elementos que vamos a considerar: el cambio que viene desde dentro en cuanto a la adecuación constante de programas y contenidos curriculares necesarios en cualquier escuela de negocio que quiera estar en vanguardia y con buena capacidad competitiva; y el entorno, especialmente el legal, que está predeterminado por el estado, salvo que la capacidad negociadora del sector a través de sus organismos naturales (como la Asociación Española de Escuelas de Negocio -AEEN- en España) pueda servir de correa de transmisión de lo que hay que discutir y acordar con el poder político.

Pero, ¿cuál es el papel que el Estado tiene sobre la formación de postgrado en un determinado país? Teniendo en cuenta que hay unos mínimos necesarios a cubrir para competir en el mercado de postgrado y que estos deben ser cubiertos por las escuelas de negocio en cada nación, las dificultades que se pongan desde los respectivos ministerios o las trabas de la normativa laboral, puede ser la diferencia entre que un proyecto educativo determinado sea sostenible o no en el tiempo.

Mucho se ha especulado en los últimos años, especialmente a partir de la crisis iniciada en 2008-2009, sobre cuál había sido el papel que las escuelas de negocio habían jugado en sus respectivas sociedades. Como ocurre habitualmente en este sector, las primeras reacciones y planteamientos sobre si habían estado en silencio o por qué su contribución había sido casi nula durante la crisis, provenía de los Estados Unidos y de algunos críticos que, desde medios de comunicación relevantes, cuestionaron por vez primera el rol que debían tener en una sociedad moderna las escuelas de negocio.

Digamos que esta sería una cuestión de tipo institucional del sector. Pero, además, nos encontramos con algo mucho más simple: el propio ADN de una escuela es formar a los alumnos en la gestión. Algunos críticos como Mintzberg cuestionaron su auténtico papel formador, lo que hizo pensar que las escuelas de negocio en general habían fracasado a la hora de desarrollar planes de estudio que dieran respuesta a las demandas de las organizaciones en cuanto al perfil de los candidatos.

Según una reciente encuesta a más de 40 ejecutivos publicada por Duke Corporate Education en 2013, las empresas han dejado bien claro cuáles son las habilidades que buscan en los graduados de escuelas de negocio. El estudio se refería a competencias clave como la resolución de problemas, la capacidad de conectar diferentes aspectos del negocio, a pensar de una manera holística y el valor para hacer frente a la incertidumbre y la ambigüedad.

El escenario que se estaba dando era que muchas escuelas de negocio fracasaron en el desarrollo de planes de estudio que ofrecieran soluciones a los requerimientos de las empresas.

Es evidente que los directores de Recursos Humanos buscaban empleados en diversos niveles y con distinta formación, con la capacidad suficiente para evolucionar en un mundo en continuo cambio. Pero la realidad del mercado y el escenario de capacitación de las escuelas dejaban abierta una gran brecha. Y uno de los factores era que persistían en el error de seguir enseñando a las personas como si formaran compartimentos estancos desconectados de la realidad.

Aprender haciendo

La eterna pregunta de si hay que abrirse a otras áreas del conocimiento y cuáles son en cada momento es en realidad un cuestionamiento tramposo. En el momento actual del desarrollo e impacto del pensamiento digital podemos pensar que las escuelas de negocio por fuerza tienen que adoptar estas nuevas maneras de hacer negocios, así como de pensar de forma diferente. Pero la incorporación de nuevos conocimientos no garantiza necesariamente que una escuela se mantenga en vanguardia, porque también operan otros factores. Por ejemplo, las personas que asisten como alumnos a un MBA o incluso, el profesor que dicta un determinado módulo, a menudo han desarrollado su actividad en una misma empresa durante bastante tiempo, por lo que todavía ambos tienen una mentalidad influida por la cultura de dicha compañía.

Es evidente que en el caso del alumno, quiere que su experiencia de aprendizaje sea lo más cercana posible al entorno en el que trabaja. Por tanto, el conocimiento que podemos llamar preposicional (conocimiento per sepero no aplicado) por sí solo no es suficiente, aunque ofrece excelentes perspectivas. ¿Por qué razón? Porque termina proporcionándole poco valor añadido para el uso diario que necesita un hombre de negocios que quiere resultados rápidos, tanto de su aprendizaje (conocimiento) como de sus aplicaciones.

De ahí que una escuela que reconozca esta realidad como lo hace el Lorange Institute of Business de Zurich, cuyo concepto de aprendizaje es que en el MBA los participantes trabajen con una organización en un proyecto para la mejora del rendimiento del negocio, está dando respuesta a estas nuevas realidades cambiantes y de manera acelerada como consecuencia de las nuevas tecnologías.

Estos proyectos entrenan a los participantes en cómo analizar una situación compleja de negocio, así como entender las razones de la situación actual (entorno, competidores directos, recursos de la empresa, legislación, etc.) y recomendar las medidas pertinentes. Es un conocimiento de tipo prescriptivo que da a los participantes confianza para tener éxito en el mundo real mientras que el conocimiento preposicional sienta las bases.

Las escuelas de negocio necesitan conocer su propia base de competencia, qué tipo de conocimiento preposicional deben poseer para que les sea más fácil adaptarse al conocimiento prescriptivo. Sólo entonces se pueden desarrollar estrategias para aprovechar las ventajas.

En un reciente artículo del Wall Street Journal de julio de 2015 Lindsay Gellman, periodista del este medio especializada en formación de postgrado y escuelas de negocio de la Yale University, afirma que las escuelas que utilizan la tecnología han encontrado que son capaces de recrear la esencia de la experiencia de aprendizaje en el campus para estudiantes y profesores repartidos por todo el mundo”

Si bien esta tendencia es prometedora, aún representa un enfoque académico que hace que sea más difícil de dar a los estudiantes las habilidades empresariales del mundo real. Y este es el gran problema que la realidad virtual pretende soslayar: que los alumnos ganen experiencia real de cómo enfrentarse a los problemas cotidianos en las empresas.

No es solo que se esté aprendiendo un nuevo conocimiento a través de una nueva visión que nos da la realidad virtual. Lo que hay que asegurar es que las decisiones que se tomen son las correctas, porque se está dentro de un mecanismo de simulación. Pero esto no difiere mucho de lo que en realidad sucede en los ambientes laborales en los que se toman decisiones. Y en función de las consecuencias, se corrigen o se ajustan a nuevas realidades. Porque la realidad virtual tiene la ventaja de enseñar no sólo cómo hacer negocios sino también de incorporarlos, como si fuera un estudiante de piloto, horas de vuelo.

Lo que se tiene que comprender desde gobiernos e instituciones del Estado es que las escuelas de negocio son también auténticos agentes económicos y sociales, porque en la cadena de contribución de valor a la sociedad y la economía, si bien están al principio de los eslabones de conformación de la personalidad profesional de los aspirantes, terminan siendo un porcentaje significativo al final de aquel ciclo de generación de riqueza y mejora del nivel de vida de sus habitantes. En la medida que esto se comprenda en su real dimensión y alcance, mejoraremos el nivel de formación de directivos, empresarios y profesionales, consecuentemente, del país en su conjunto.

Artículo realizado por Antonio Alonso, presidente de la Asociación Española de Escuelas de Negocio (AEEN) y José Luis Zunni, director de ecofin.es en colaboración con Salvador Molina, presidente de ECOFIN.

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